LOS ROSTROS DE BOND ( V )
Cuando
Metro Goldwyn Mayer-United Artists y
Eon productions resolvieron sus diferencias legales, estábamos ya en 1994. Habían pasado cinco años desde el estreno de
Licencia para Matar. Este parón sin precedentes implicó cambios importantes.
Tras la renuncia de
Timothy Dalton había que contratar a un nuevo actor protagonista y, además, la salud de
Albert Broccoli había empeorado bastante.
Cubby decidió dar un paso atrás y entregó la máxima responsabilidad a la nueva generación. Así fue como su hija,
Barbara, y su hijastro,
Michael G. Wilson, tomaron las riendas del nuevo proyecto.
Albert Broccoli murió siete meses después del estreno de
Goldeneye y el siguiente film,
Tomorrow Never Dies , estuvo dedicado a su memoria. Desde entonces, su nombre aparece al inicio de los títulos de crédito, al mismo nivel que el de
Ian Fleming.
Wilson, que llevaba trabajando en Eon desde 1972, conocía de primera mano las características de la saga habiendo sido productor y guionista de varias películas. Sin embargo, tanto él como Barbara, eran partidarios de hacer cambios que revitalizaran la franquicia. Empezaron contratando a guionistas completamente nuevos para que aportaran ideas frescas y renovadas. Así fue como implicaron a cuatro escritores (Michael France, Kevin Wade, Jeffrey Caine, y Bruce Feirstein) para que fueran aportando su visión en lo que acabó siendo el guión definitivo de Goldeneye (1995).
Quizá la última decisión de
Cubby Broccoli, antes de ceder el timón, fue la de contratar a
Pierce Brosnan. Tras no poder conseguirlo en 1987, el actor irlandés por fin se hacía con el personaje que tanto se ajustaba a su presencia y estilo interpretativo. No habiendo más impedimentos y bajo la enérgica dirección de otro debutante en la saga,
Martin Campbell, el regreso de
Bond a la gran pantalla fue enormemente exitoso.
El público estaba ávido de
007 y, además, se consiguió atraer a una nueva generación de espectadores que conectó rápidamente con la fórmula y los planteamientos de una película de acción que seguía manteniendo los cánones del personaje pero, a la vez, introducía nuevos elementos preparando el terreno para competir con otras grandes producciones del género que estaban cautivando al público mediante grandes dosis de espectacularidad.
Brosnan firmó un contrato para tres películas, con opción a una más . A Goldeneye le siguieron El Mañana Nunca Muere (1997), y El Mundo Nunca es Suficiente (1999). Los rendimientos económicos aumentaban en cada título y debido a eso los productores le renovaron para intervenir en el siguiente título: Muere Otro Día (2002).
El
Bond de
Brosnan también incorporó nuevos elementos que merece la pena comentar.
Pierce siempre comentó que quería aproximarse al personaje desde otra óptica tratando de profundizar más en las características que le hacían ser quien es. Como había ocurrido en anteriores ocasiones, los guionistas se adaptaron a ese planteamiento y configuraron un
Bond más humanizado y vulnerable. Una de los aspectos que más claramente definen la etapa de
Brosnan es la relación de
007 con las mujeres. La misoginia y el desdén deja paso a una relación mucho más emocional.
Bond se implica mucho más y se entrevee que podría enamorarse con mucha más facilidad que antes. En este sentido, su fuerte arraigo con mujeres como
Paris Carver (Teri Hatcher) o
Elektra King (Sophie Marceau) supone una muestra importante de ello. Incluso la traidora
Miranda Frost (Rosamund Pike) parecía despertar en él un sentimiento de pena al verla muerta.
Esta vulnerabilidad emocional, que sólo había sido expresada en
Al Servicio Secreto de su Majestad (1969), también se deja ver con otros personajes. El caso más claro lo vemos en
Goldeneye donde tenemos la oportunidad de comprobar la fuerte amistad que le une con otro agente del
MI-6:
Alec Trevelyan (Sean Bean). Su afectación tras la muerte de éste y la reacción que tiene cuando comprueba que sigue vivo y que todo aquello había sido una mascarada para ocultar su traición, comporta que
Bond sufra una cierta crisis interior. Él se autoconvence de que
Trevelyan es ahora su enemigo y no dudará en eliminarle pero interiormente sufre y eso es bien palpable en las horas previas al enfrentamiento final.
Natalya Simyonova (Izabella Scorupco) le recrimina diciéndole
"¿ Cómo puede ser tan frío ?" porque detecta la turbulencia que sufre en su interior ante lo que está a punto de hacer.
Estamos, pues, ante una aportación importante y trascendente para la saga. Sin duda fue la mayor contribución de
Brosnan en sus cuatro films. Su etapa al frente del personaje pudo ser más larga. De hecho él mismo había declarado que le hubiera gustado hacer seis películas. En MGM también creían que podía seguir puesto que aún tenía 49 años y las cintas estaban funcionando fenomenalmente en taquilla. Cabe recordar que
Muere Otro Día marcó un record histórico dentro de la franquicia al recaudar, a nivel mundial, la impresionante cifra de 432 millones de dólares.
A lo largo de 2003 y parte de 2004 hubo contactos entre
Brosnan y los productores pero algo diferente parecía flotar en el ambiente.
Pierce veía poca voluntad de entendimiento y en julio de 2004 anunció que dejaba el personaje.
Esa falta de decisión por parte de
Wilson y
Broccoli no era tal sino que respondía a una reflexión profunda acerca de como querían encarar la continuidad de la saga. En un audaz y para algunos ilógico movimiento, los productores decidieron dar un golpe de timón. Creían que las enormes recaudaciones no debían cegarles. Era necesario anticiparse a un posible agotamiento de la audiencia realizando cambios que aseguraran frescura y dinamismo.
Esta nueva vuelta de tuerca pasaba por volver a los orígenes del personaje adaptando la primera de las novelas que
Ian Fleming escribió:
Casino Royale. Este argumento, debidamente actualizado, les permitiría presentar al personaje desde sus inicios como agente 00, cosa que nunca antes había sido vista en la gran pantalla. Y en el esfuerzo de presentar de nuevo al personaje y rodearlo de elementos que definirían su actitud y trayectoria futuras, estaba claro que
Brosnan no encajaba. Hacía falta un nuevo actor, más joven e impetuoso. Alguien capaz de recuperar las esencias literarias que
Fleming estableció. Y ese hombre iba a ser
Daniel Craig.